Universidad del Pacífico

Reunión en el salón de Bernie Sanders

La puerta de la sede de campaña de Bernie Sanders en Washington está abierta. Es la tercera casa en una hilera de viviendas en el noreste de la capital, a espaldas del Congreso. Los carteles de apoyo a Sanders en el descuidado jardín podrían pertenecer a cualquier seguidor del senador, pero se trata del centro de operaciones de un candidato dispuesto a marcar la dirección de la campaña demócrata de 2016, con un giro a la izquierda que mantenga las desigualdades económicas y sociales en el centro del debate.

La reunión es en el salón del segundo piso. Alrededor de la mesa se sientan los protagonistas a los que va a escuchar hoy el senador. La primera estudiante transexual de Georgetown. Una adolescente de El Salvador que cruzó sola la frontera ilegalmente a los 15 años. Un refugiado de Bangladesh que pasó 10 meses en prisión y reivindicó su derecho al asilo con una huelga de hambre. Y una joven que hace tres años, sin papeles, no podía trabajar en Estados Unidos pero hoy lidera la campaña del senador para conseguir el apoyo de los votantes hispanos.

No faltan ni el plato con pastitas de te ni dos cámaras que desde un rincón retransmiten este evento a través de Internet y lo convierten en un acto de campaña. La sede está ocupada por una decena de empleados de Sanders 2016 que ronda la treintena y trabaja con portátiles en una casa a medio amueblar. De no ser por la presencia del senador en un pequeño despacho al final de la escalera, apenas cuatro cajas de camisetas, pegatinas y pancartas revelarían que se trata de una sede electoral.

Sanders ha venido a presentar sus propuestas en materia de inmigración, las más progresistas de todos los aspirantes a la Casa Blanca. El demócrata apoya la regularización de indocumentados, da prioridad a la reunificación de las familias en riesgo de deportación y promete incluso legislar por decreto para conseguir lo que no ha podido hacer aún Obama. Da la bienvenida a sus invitados “como hijo de un inmigrante polaco que cruzó el Atlántico a los 17 años”. La experiencia de su padre es la de la mayoría de los presentes, todos nacidos fuera de Estados Unidos y todos aspirantes a un futuro mejor dentro de sus fronteras.

Si no fuera por las cámaras, el encuentro parecería una reunión cualquiera en la que Sanders escucha historias de ciudadanos a los que promete ayudar si es presidente. El candidato se ha comprometido a acabar con la gestión privada de los centros de detención de inmigrantes, se interesa por los solicitantes de asilo que protestan contra las condiciones en esas prisiones con una huelga de hambre y pregunta cómo es el miedo de vivir bajo la amenaza de ser deportado.

“Estamos aquí para conversar sobre cómo nuestro país puede lograr, entre otras cosas, que 11 millones de personas dejen de tener que vivir en las sombras y con miedo, sino de manera digna y segura”, afirma Sanders. Su intervención inicial apenas dura unos minutos y, después de cada pregunta de los participantes, él responde con otra. El demócrata ha venido a escuchar tanto como hablar. “La buena noticia es que cada vez más personas rechazan la idea de deportar a millones de inmigrantes. En este país ha habido un cambio de conciencia y ha sido gracias a vosotros”, dice ante varios dreamers.

Erika Andiola es una de esos jóvenes indocumentados a los que Obama concedió una prórroga cancelando su deportación y está sentada a la izquierda de Sanders. Sabe lo que es vivir en la sombra por no tener papeles —publicó este vídeo la noche que detuvieron a su hermano y a su madre— y hoy dirige la campaña del candidato para el electorado hispano. A su derecha, la otra cara de la moneda: Amaya Santos cruzó ilegalmente desde México, procedente de El Salvador, hace dos años. Santos todavía no ha cumplido la mayoría de edad y sueña con ser abogada. Le pregunta a Sanders “qué piensa cuando oye la palabra ‘inmigrante’”. Él le pone la mano en el hombro y le contesta que piensa en personas “como mi padre”.

Catalina Velasquez toma el micrófono y agradece a Sanders su plan migratorio. También le pide que resuelva la vulnerabilidad de las mujeres transgénero en los centros de detención de inmigrantes. Velasquez es activista dreamer y la primera estudiante transexual de la Universidad de Georgetown. Sanders se disculpa por no haber dado más prominencia a la comunidad LGBT en su proyecto. “Tienes mi palabra ahora mismo, como una persona que cree en una sociedad que termine con todo tipo de discriminación, que esto formará parte de mi política”.

En la habitación contigua, el equipo digital de la campaña —tres jóvenes que operan la retransmisión mientras vigilan las redes sociales— rastrea reacciones para que el senador pueda responder más preguntas. Una joven de Colorado le pide a través de Twitter que explique cómo va a superar el bloqueo de la oposición en el Congreso, como le ha ocurrido a Obama, para implementar medidas migratorias que rechazan los republicanos. El senador de Vermont responde que la clave será el movimiento ciudadano que le apoya y que, si los legisladores no aprueban una reforma, utilizará su poder ejecutivo “hasta donde pueda”.

Al término de la reunión, el candidato se levanta de la mesa, agradece su asistencia a todos los invitados, abandona la sala y regresa a su despacho. Al fondo del pasillo, al final de la escalera.

 

El País   14 de diciembre de 2015

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