Detrás de guerra comercial habría una agenda encubierta. Veamos primero la guerra comercial. La semana pasada Trump impuso un arancel de 25% a productos chinos, por US$ 34,000 millones, que China respondió con un monto similar. A fines de junio Trump le impuso a la Unión Europea un arancel –también de 25%– al acero y de 10% al aluminio. La UE respondió con aranceles de 25% a los jeans, motocicletas y jugo de naranja.
Como los aranceles promedio en EEUU y la UE –según la OMC– son 1.7 y 2.0%, un arancel de 25% impacta fuerte a las mercancías afectadas. De su lado, el arancel chino bajó de 14% a 3.5% del 2001 (año que entra a la OMC) al 2016. Como dato, el arancel de Perú bajó de 12.8% a 1.8% del 2000 al 2016.
Así, la teoría y la arquitectura comercial liberal impulsada por EEUU y Europa se viene abajo. En teoría, la rebaja de aranceles era solo un instrumento para lograr un fin: el crecimiento para beneficio de todos. Había que obligar a los Estados a bajar los aranceles porque encarecen las mercancías importadas, beneficiando a los “mercantilistas” y perjudicando a los consumidores.
Al volver a la guerra comercial –como en los años 30– Trump está diciendo que el “libre mercado” no le ha traído beneficios, pues han perdido con el libre comercio. Son palabras mayores. Y el hecho político está allí.
Segundo tema: ¿hay una agenda encubierta? Según Peter Navarro, su asesor comercial, el argumento de “seguridad nacional” invocado para “saltarse a la garrocha a la OMC –que impide subir los aranceles– no es solo un pretexto. En sus tres últimos libros, Navarro dice que EEUU y China están precipitándose hacia un ajuste de cuentas, y no solo en el comercio. Afirma también que EEUU puede ir mucho más lejos en esta guerra comercial porque su proporción importaciones/PBI es 14%, comparado con el 42% de la UE y el 18% de China.
No solo eso. Si Trump piensa que China es una amenaza, lo que está buscando es que EEUU no dependa de ningún país para el abastecimiento de sus necesidades económicas y militares.
Dice Paul Haavardsrud: “La aplicación de aranceles a los insumos de producción tiene como objetivo que toda la cadena de valor esté dentro de las fronteras de EEUU. El objetivo es romper la integración de las multinacionales de EEUU en las cadenas de valor globales” (1).
Continúa: “El plan para atrincherarse en la Fortress America se está volviendo más visible. Si cumple sus amenazas de golpear a China con US$ 500,000 millones en aranceles erigiría efectivamente un muro comercial en el Pacífico. Los aranceles a los automóviles harían lo mismo en el Atlántico, mientras que el abandono del TLCcon Canadá y México rompería los lazos económicos con América del Norte” (ídem).
Así, la guerra comercial de Trump sería una herramienta para combatir la globalización liderada por las multinacionales que se basa en la superación de las fronteras nacionales mediante la deslocalización de la producción (se produce en cualquier parte, como Apple) y la satisfacción de las necesidades de la clase media global (no solo a la “nacional”).
Si algunas multinacionales de EEUU pierden dinero, no importa. El objetivo mayor es que “América sea grande otra vez”, lo que, dicho, en cristiano, significa mantener su rol hegemónico en lo económico y militar en el Siglo XXI, quizá con nuevas alianzas políticas (por fuera de la OTAN o con una “nueva” OTAN). ¿Serán ciertas las hipótesis de Navarro?
Lo que Trump no ve es que las pérdidas comerciales de EEUU no solo se deben a los problemas del “libre comercio” con sus ganadores y perdedores. EEUU viene perdiendo la guerra del aumento de la productividad industrial -que ha caído de 1.89% en el periodo 1920-1970 a solo 0.65% de 1970 al 2014- mientras aumenta la predominancia del capital financiero.
Sea lo que fuere, aquí tenemos que revisar nuestra política comercial, volver a mirar las políticas de integración regional y analizar los impactos sobre el precio de los recursos naturales. Y rezar para que no haya una guerra de verdad.
(1) CBC Canadá, 8 de julio, https://www.cbc.ca/news/business/trump-china-trade-war-1.4735828
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