Los 121 centroamericanos deportados a principios de mes son los últimos de los casi 3 millones de indocumentados que han sido expulsados de Estados Unidos en los siete años desde que Barack Obama es presidente.
En comparación, en sus ocho años de mandato, el gobierno del republicanoGeorge W. Bush deportó a 2,01 millones de personas.
Obama lleva 2,8 millones, según los datos del Departamento de Seguridad Nacional.
Ningún presidente expulsó a más personas que Obama en la historia de EE.UU.
Por su récord de expulsados, líderes de la comunidad latina denominaron a Obama «Deportador en Jefe» (Deporter in Chief).
El término se lo adjudicó en 2014 Janet Murguía, presidenta del Consejo Nacional de la Raza, importante grupo de defensa de la comunidad latina en Estados Unidos.
Y las cifras lo confirman.
Obama fue la gran esperanza de los latinos porque les prometió realizar una reforma migratoria.
Pero a un año de dejar la Casa Blanca, el legado que dejará para la comunidad se sitúa entre su récord de deportaciones y las recientes medidas ejecutivas a favor de los indocumentados.
Se calcula que en EE.UU. hay 11 millones de indocumentados, de los que casi la mitad son mexicanos, según un estudio de noviembre de 2015 del centro de investigaciones Pew.
En noviembre de 2014, Obama aprobó unas medidas ejecutivas unilaterales que impedirían que cinco de esos 11 millones de inmigrantes indocumentados que hay en el país fuesen deportados.
Sin el apoyo de los republicanos en el Congreso, la promesa de la reforma migratoria sigue pendiente: la ley no se aprobó y, salvo milagro, tampoco se firmará en el último año de mandato del presidente.
A cambio, Obama tomó unilateralmente unas medidas de alivio migratorio que varios estados han denunciado en los tribunales. La Corte Suprema dijo este mes que decidirá si se ajustan a la legalidad o no.
El objetivo del gobierno es proteger a los «dreamers» (soñadores), los que llegaron a Estados Unidos ilegalmente cuando eran niños pero que llevan toda su vida en el país, y a los padres de ciudadanos plenamente estadounidenses.
Si la ley recibe el visto bueno de la Corte, Obama podría implementar algunas de las medidas antes de su salida de la Casa Blanca en enero de 2017.
Sería una forma de salvaguardar un legado ensombrecido por el número de deportaciones.
Desde la Casa Blanca se argumenta que se cumple con la ley y que todas las deportaciones están respaldadas por una orden judicial.
Seguridad Nacional afirma que se está priorizando la salida -la palabra deportación no es una figura legal- de «criminales condenados y de personas que son una amenaza para la seguridad pública».
No todos están de acuerdo. «Cuando echan las redes no siempre son los criminales los que caen», dijo a BBC Mundo Maribel Hastings, asesora ejecutiva de la organización «America’s Voice», que lucha por los derechos de los inmigrant
«(Obama) Es el que más ha deportado. Los números lo sustentan. Y su legado en materia migratoria está en juego», agregó la activista. «Hay una mancha, una nubre negra» sobre su legado, añadió.
Para combatir esa imagen y cumplir en parte su promesa, Obama aprobó las medidas ejecutivas una vez que la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, ni siquiera votó en 2013 la propuesta de reforma migratoria acordada primero en el Senado por integrantes de ambos partidos.
La Corte Suprema, que decidirá en junio, podría hacer que Obama se despidiera con un triunfo, aunque luego, sus medidas quedarían a expensas de lo que ocurra en las elecciones en noviembre.
Por el momento, los candidatos presidenciales republicanos prometen que tumbarán la decisión unilateral de Obama, que podría tener continuidad en caso de victoria demócrata.
Si la corte no le da la razón, Obama se despediría de la Casa Blanca leyendo más titulares sobre deportaciones y redadas, un golpe para un presidente que se presentó como cercano a los inmigrantes.
A la Casa Blanca le disgusta que se comparen las recientes redadas con las de los últimos años de mandato de Bush, y asegura que simplemente se están ejecutando las decisiones judiciales
Se podría pensar que hay cierta contradicción en la política migratoria de Obama.Por un lado está su récord de deportaciones, pero por el otro, las medidas ejecutivas en favor de los indocumentados.
Angela Maria Kelley, una experta en inmigración del Center for American Progress (Centro por el Progreso de Estados Unidos), compara la política de Obama con «un romance juvenil».
«Un minuto estás enamorado; al minuto siguiente, lo quieres dejar».
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