Es aún bastante pronto en la carrera por la designación del candidato presidencial demócrata, cuando sólo se han sumado a la carrera diez candidatos de importancia, mientras otra media docena está todavía viendo si se decide. Pero no es demasiado pronto para dividir el campo en dos categorías: los demócratas del Sí-Podemos y los demócratas del No-No-Podemos
Encabezan los del Sí-Podemos Bernie Sanders y Elizabeth Warren, adalides de medidas políticas que supondrían cambios sistémicos en la forma en que funciona Norteamérica. Identificado él mismo como socialista democrático, Sanders ha apoyado siempre medidas más alternativas e igualitarias al capitalismo norteamericano, pero estas alternativas nunca han ido en realidad más allá de las adoptadas por los socialdemócratas europeos. Ciertamente, en su discurso de 2015 en la Universidad de Georgetown, ilustró su concepto de socialismo democrático refiriéndose a las reformas aplicadas por Franklin Roosevelt y Lyndon Johnson—Seguridad Social y Medicare—y a las aspiraciones a las que dio voz Martin Luther King Jr. Warren apunta también a Roosevelt como modelo —el reformista que hubo de reformar el capitalismo para poder salvarlo —, pero sus propuestas socialdemócratas, como las de atención sanitaria universal, que desveló anteriormente esta semana en California, así como sus planes fiscales, son a menudo de tanto alcance como los de Sanders. Él se autodenomina socialista y ella, capitalista, pero ambos caen dentro del ámbito socialdemócrata.
Dicho esto, es su propuesta (y la de Alexandria Ocasio-Cortez [AOC]) la que está impulsando el discurso demócrata. En 2016, Sanders forzó la apertura de ventanas de oportunidad en las medidas políticas aceptables y descubrió que una clara mayoría de los demócratas llevaba esperando sumarse a ideas tales como Medicare para Todos, matrículas universitarias gratuitas y un salario mínimo de 15 dólares la hora. AOC y Warren descubren hoy niveles parecidos de apoyo al Nuevo Acuerdo Verde (Green New Deal) y a un sistema impositivo más justo. Los tres han logrado un apoyo público substancial cuando han arremetido contra los super-ricos por su control de la economía, la política y el gobierno de Norteamérica, un tema que no resonaba de manera tan clara en el trayecto de la campaña presidencial desde la campaña para la reelección de Franklin Roosevelt en 1936 (que culminó en la victoria de mayor alcance de la historia electoral norteamericana).
El proceso de las primarias demócratas para 2020 se está configurando ya como un referéndum sobre los cambios de gran envergadura que los del Sí-Se-Puede proponen. Los demás candidatos se ven apremiados a dar respuesta tanto al espíritu como a la letra de los del Se-Puede. En este proceso, algunos se han convertido en partidarios del No-No-Podemos, y sus mensajes han quedado reducidos a menudo a explicaciones acerca de por qué no podemos permitirnos universidades públicas gratuitas o una cobertura sanitaria universal pública. Amy Klobuchar puja por dirigir la banda del No-No-Podemos, con avisos aparentemente a diario acerca de qué reformas son inalcanzables. Joe Biden, supuesto que quiera entrar en la refriega, bien puede formular una postura parecida.
Kamala Harris y Sherrod Brown (en caso de que se presente) se han inclinado de modo general por el lado Sí-Podemos del Partido, aunque ninguno ha declarado sentirse cómodo con la vituperación de los ricos plutócratas al estilo de Roosevelt en el 36. La larga carrera de intimidad con Wall Street de Cory Booker le coloca de golpe en el lado del No-Se-Puede-No del Partido, aunque se ha adherido a algunas propuestas a medio camino: programas piloto de pleno empleo, por ejemplo, lo que sugiere que entiende que tiene necesidad de reinventarse.
El No-No-Se-Puede no constituye un programa electoral, con todo, ni siquiera es la base de una candidatura, y no lo es desde luego en un momento en el que hay más demócratas que dicen tener una valoración más favorable del socialismo que del capitalismo. En un temprano intento de llenar este vacío, opina Booker que el país necesita amor universal, mientras que Klobuchar lanza anuncios diarios de proyectos de ley de mini o micro-reformas que ha presentado con copatrocinadores republicanos, una lectura del zeitgeistdemócrata que yo encuentro desconcertante, y en la que se oyen desafortunados ecos de la inclinación de Hillary Clinton por múltiples propuestas de ajustes políticos, lo que no obró precisamente milagros en su campaña.
Y como advertí al inicio, todavía es bastante pronto, y hay tiempo de sobra para reformular mensajes. Las encuestas nos dicen que los norteamericanos tienen un ánimo más receptivo a grandes ideas que alteren el sistema de lo que ha sido el caso desde hace una eternidad. Que presten atención los del No-No-Podemos.
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