La nación de las startups, donde Silicon Valley impulsa la vanguardia tecnológica del mundo, donde se financian proyectos con donaciones a través de Internet y se comparte el código para construir desde aplicaciones a programas, no sabe qué hacer para poner al día la tecnología con la que votarán más de 130 millones de personas en las próximas elecciones. La mayoría de las máquinas fueron renovadas tras las presidenciales de 2000 y tienen entre 10 y 15 años de vida. Es decir, habrán caducado en la próxima convocatoria, tal y como ha denunciado un informe reciente del Brennan Center for Justice.
Empleados de las comisiones electorales de todo el país estudian estos meses cómo adaptar una tecnología atrofiada a los sistemas informáticos que se manejan en la actualidad. Las pantallas táctiles de los dispositivos móviles a los que están acostumbrados los ciudadanos no tienen nada que ver con tarjetas perforadas o largos pliegos de papel que después son escaneados por grandes aparatos habitualmente en EE UU, donde la tecnología empleada en las elecciones puede ser una de las más atrasadas.
Neal Kelley, funcionario de Orange County (California) y responsable del registro de votantes en el condado, lidera la oficina encargada de revisar las máquinas y los programas empleados para votar. La situación que se ha encontrado en el último año explica en qué circunstancias se celebrarán las próximas elecciones. “Hemos encontrado sistemas que funcionan con la versión de Windows 2000, a pesar de que ésta fue retirada en 2010 y hemos tenido que buscar portátiles antiguos para instalar el sistema operativo y poder arrancar las máquinas”, explicó en una conferencia en Washington.
Desde el Centro Brennan alertan de que el mayor riesgo es el fallo de la tecnología en el mismo día de las elecciones porque puede provocar largas colas en las sedes electorales y la pérdida de votos de aquellos a quienes no les dé tiempo a participar. Según un informe del MIT, en 2014 se perdieron entre medio millón y 700.000 votos por esta causa. “Si tenemos un resultado ajustado, este problema solo va a empeorar”, avisa Larry Norden, coautor del estudio del Brennan Center for Justice, la primera investigación que analiza el estado de las máquinas empleadas para votar desde la crisis de 2000.
“El problema es mucho más amplio de lo que se podía esperar”, dice Norden. El reemplazo de la tecnología depende de los gobiernos locales y estatales, así como de sus recursos y, según el investigador, muchos de ellos no están preparados para pagar por reemplazar las máquinas.
Un votante de Pensilvania publicó este vídeo en 2012.
Cuando intentaba votar a Barack Obama,
la máquina registraba que había presionado
sobre el nombre de Mitt Romney por estar mal calibrada.
El gobierno federal invirtió 4.000 millones de dólares tras el problema que surgió con las máquinas del estado de Florida en las elecciones 2000 entre George Bush y Al Gore y que acabaron con un recuento en el Tribunal Supremo. Desde entonces, EE UU no ha hecho una gran inversión y ha dejado este reto en manos de los Estados. Según Norden, el mayor reto es que “sólo prestamos atención cuando hay un problema. Nunca haríamos lo mismo con el servicio de bomberos”.
EE UU ni siquiera puede plantearse regresar el sistema tradicional y utilizar votos de papel, como hacen otros países, porque tardaría semanas en contar una media de 130 millones de votos. El reto de la tecnología actual es su caducidad. La técnica que sustituyó al papel duró unos 60 años. Las tarjetas perforadas llegaron después, con 40 años de vida. “Ahora tenemos suerte si un sistema aguanta 12 años”, dice Doug Lewis, ex director ejecutivo del Election Center.
Los votantes de Virginia denunciaron en 2014 que un problema con las pantallas táctiles de las máquinas hacían que el sistema leyera el voto a un candidato cuando el ciudadano quería elegir a otro. “Fue entonces cuando revisamos por primera vez la tecnología de todo el Estado”, reconoce Edgardo Cortés, comisario electoral de Virginia.
El resultado de la investigación fue alarmante: tuvieron que retirar el 20% de los equipos al descubrir que el sistema era vulnerable a ataques informáticos y se podía manipular. “El hecho de que un sistema fuese válido hace 10 años no quiere decir que lo sea dentro de una década”, dice Cortés. “Yo no quiero tener que comparecer delante de las cámaras y explicar por qué no quise arreglar este problema”.
Lewis, uno de los comisarios más veteranos y más familiarizados con la tecnología electoral, reconoce que el presupuesto es el principal obstáculo para renovar los equipos. “No es algo barato, pero después de lo que ocurrió en 2000, es mucho menos caro que dejar que te explote en la cara”.
El país 12 de octubre de 2015
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