Universidad del Pacífico

En busca del primer presidente hispano

La demografía sola no basta. Puede que, con más de 54 millones de personas, la comunidad hispana sea ya la primera minoría de Estados Unidos, la que más rápido crece y, con una media de 27 años, también la más joven, lo que quiere decir que tiene un enorme potencial de votos en los próximos años y décadas. Pero si toda esa potencia demográfica no se traslada a fuerza política, de poco sirve, advierte Cristóbal Alex, presidente del Latino Victory Project, una organización que ayuda a latinos a ganar elecciones tanto locales como nacionales en todo el país.

Hasta 27 millones de hispanos podrán potencialmente ejercer el voto en las elecciones presidenciales de 2016, según Mark Hugo López, del Pew Hispanic Center. La clave está en ese “potencialmente”, porque no todos los que pueden votar dan los pasos necesarios para hacerlo. Aunque los expertos destacan los comicios de 2012 como un hito en la participación hispana, esta comunidad, aunque representa el 17,1 % del total, solo constituyó el 10 % del total de votantes.

La presencia hispana en el panorama político de EE UU no es menor. Los latinos cuentan con una juez en la Corte Suprema, Sonia Sotomayor, así como con tres senadores —dos de ellos, Ted Cruz y Marco Rubio, candidatos republicanos a la presidencia—, 28 miembros de la Cámara de Representantes y varios miembros del gabinete del presidente demócrata Barack Obama. A ellos hay que añadir unos 6.000 altos funcionarios federales y estatales en todo el país, incluidos gobernadores y alcaldes. Y el número de hispanos en puestos influyentes y con poder no para de crecer en EE UU. Pero el verdadero potencial político de los hispanos está aún por desvelarse plenamente, según los expertos. Y depende de cuánto se logre movilizar a la población hispana, que tiene un alto grado de absentismo electoral, para que, uno, se registre como votante y, dos, acuda efectivamente a depositar su voto en noviembre de 2016.

Muchos se preguntan también cuál debe ser la meta. ¿Es el fin último colocar a un hispano en la Casa Blanca? ¿Solo entonces se podrá consolidar la influencia de esta comunidad? Sí, pero no, replica Cristóbal Alex.

“El único puesto que todavía no hemos conquistado es el del Despacho Oval», recuerda. Y esa debería ser la meta en último término. Eso sí, no a cualquier precio, puntualiza.

Más que tacos y palabras en español

La frase con la que hace más de una década se lleva anunciando el inminente avenir del poder latino, esa que reza que “el primer presidente hispano ya ha nacido”, hace tiempo que quedó obsoleta. En la carrera por la Casa Blanca en 2016 ya hay dos hispanos, Cruz y Rubio, y un tercero al que le gusta alardear de lazos latinos aunque sea por la vía matrimonial, Jeb Bush. No son estos sin embargo el tipo de candidatos que los activistas desearían ver en la Casa Blanca.

“Yo cuestiono cuán verdaderamente latinos son esos candidatos republicanos”, afirma Ben Monterroso, director ejecutivo de Mi Familia Vota, otra organización que promueve la participación cívica de la comunidad latina. “Tenemos que asegurarnos de que los latinos electos no solo lo sean de nombre, que no solo vengan a la comunidad a hablarnos en español y a comer tacos con nosotros, sino que vengan a escucharnos, a entendernos y a hacer algo por nuestra comunidad”, subraya.

Luis Miranda, que fue portavoz de Obama para asuntos hispanos durante su primer gobierno —el primero que formalizó ese cargo específico— va más lejos.

“No necesitamos un presidente hispano para tener un presidente hispano, necesitamos a un presidente que, a pesar de ser presidente, también sea hispano”, sostiene. Pone el ejemplo de su propio jefe. “Obama no es un presidente negro, es un presidente estadounidense para todos los estadounidenses”.

“Obama llegó por sus méritos. Si Hillary Clinton llega a ser presidenta, espero que lo sea no por ser mujer sino por los méritos que tiene. El que un presidente sea mujer, afroamericano o hispano tiene que ser una cosa secundaria y casi irrelevante, lo que tiene que ser relevante es el mérito por el cual accedes”, coincide Roberto Izurrieta, director de Latin American Programs de la Universidad George Washington.

Tanto para Izurrieta como para Monterroso y otros expertos, es “cuestión de tiempo” que llegue a la presidencia un hispano. Lo que no puede esperar, coinciden, es la movilización electoral. Ahí puede que los activistas hispanos hayan encontrado, inesperadamente, el aliado más impensable.

El efecto Donald Trump

Monterroso sonríe y casi se frota las manos cuando alguien pronuncia dos palabras: Donald Trump. Tiene siempre presente laProposición 187. Esta es la infame propuesta del gobernador republicano de California Pete Wilson que, en 1994, prohibió a los inmigrantes indocumentados acceso a la sanidad y a la educación, entre otros. La iniciativa salió adelante con el 60 % de los votos, pero rápidamente fue declarada inconstitucional. La oposición a esa ley llevó a Monterroso —y a muchos hispanos más— a pasarse al activismo y a marcarse a hierro una idea que repite siempre que puede: “Esta primera votación antiinimgrante del país fue aprobada fácilmente porque los latinos no estaban preparados y no se habían registrado para votar y tener así poder político. Pero acabó siendo derrotada y cambió California para siempre. Hasta hoy, significa que en California no salen elegidos candidatos antiinmigrantes ni se aprueban políticas antiinmigrantes”, recuerda.

Una lección que, según Cristóbal Alex, conviene volver a recordar dos décadas más tarde, cuando EE UU vive “un momento tan crucial como 20 años atrás”. Los discursos se parecen sospechosamente, acota Monterroso. El californiano está convencido de que los insultos de Trump contra la comunidad hispana —y la falta de desmentidos del resto de candidatos republicanos— provocará “una repetición de lo que los republicanos hicieron en el 94 en California” y de la debacle hasta hoy en las urnas de cualquier aspirante que entone un discurso antiinmigrante.

Pero para ello, reconoce, la comunidad latina debe acudir en masa a las urnas el año que viene. “Lo que nos espera es un futuro mejor, siempre y cuando participemos. Y el potencial está ahí, hemos visto cómo cada año (la participación hispana) ha ido creciendo, la prueba fue en 2012”, donde el voto latino fue clave en la reelección de Obama, subraya. “Estoy seguro de que en 2016 los latinos seremos quienes determinemos quién va a la Casa Blanca”. Siempre y cuando primero ellos vayan a las urnas, para lo cual muchos deben antes dar el paso de hacerse ciudadanos y, después, registrarse como electores. El congresista demócrata y gran impulsor de la reforma migratoria Luis Gutiérrez ya ha empezado su propia campaña. “¡5,4 millones de latinos son elegibles para la ciudadanía y deben aplicar!”, tuiteó al comienzo del Mes de la Hispanidad que celebra todo el país durante los próximos 30 días.

En busca del primer presidente hispano

Sylvia Ayuso

El país  23 de setiembre de 2015

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